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Opinión
¿Acabará la movilidad compartida con el negocio de la distribución?
Son ya varios los fabricantes que admiten que su negocio a medio y largo plazo no será la fabricación de vehículos, sino la comercialización de servicios a través de ellos. Es fácil imaginar cómo cambiará todo lo que rodea al sector del automóvil, incluidos los canales de venta, post-venta, distribución e incluso de comunicación y marketing. Se aproxima una era fascinante.

 Juan José Llanos (MotorCanario.com) - Publicado el 27/septiembre/17
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Cada vez con mayor celeridad el mercado laboral experimenta cambios más o menos importantes y, quien quiera permanecer en él, debe saber adaptarse a los mismos, comprender que estamos en un momento de una alta volatilidad en la especialización y que las necesidades de la sociedad son cada vez mayores y más variadas.

Lejos queda aquel concepto de empresa cuadriculada, que no escucha lo que sus clientes y los de la competencia demanda pues, o ya fue presa del fracaso o está a punto de serlo, incluso sin que sea consciente de ello. Y el sector de la automoción no es ajeno a esta vorágine digital en el que desde cualquier punto del planeta es posible comunicarse y comunicar, conocer y aprender, alabar y menospreciar. Apenas un puñado de empresas acaparan la práctica totalidad del negocio digital. Sí, ese que todos están de acuerdo en que será el único formato de subsistencia de los negocios más allá del de la alimentación (en primer término, pues la distribución será digital en muy pocos años) y algún otro ejemplo residual, incluso el de ocio.

Los automóviles son cada vez más parecidos unos a otros, las alianzas convierten cada producto en una copia del otro con un simple maquillaje que, en ocasiones, incluso parece adquirirse en un ‘todo a 1 euro’. Son coches casi perfectos, sin fallos notorios en cualquier caso. Todos ellos nos llevan de un punto a otro con perfecto confort, seguridad, economía y versatilidad. Y cada vez más. Vamos camino de ver auténticos ‘electrodomésticos’ en este sector y será inevitable. Habrá honrosas excepciones, por supuesto, igual que podemos escoger entre comprarnos un maravilloso televisor de 50” por apenas 300 euros o escoger uno con la última tecnología por un valor diez o veinte veces superior. Pero, al fin y al cabo, televisores. Con la diferencia de que, hoy en día, nadie duda de que un televisor se compra por internet con la misma fiabilidad que a través de un canal ‘convencional’ como puede ser un gran almacén.

Entonces, ¿qué podemos esperar de esta nueva revolución? Pocos se aventuran o atreven a hacer pronósticos. Unos, por el miedo a enfrentarse al canibalismo que impondrá su propio sector, que hoy exige instalaciones de primer nivel, procesos estandarizados con una métrica perfecta, duras condiciones comerciales… y que mañana, cuando salga el sol, pondrá en circulación una gigantesca red de movilidad compartida con la que no será necesario tener en propiedad un vehículo. Nos bastará con salir a la calle y montarnos en la primera unidad que tengamos aparcada delante nuestro. Sin mantenimientos, ni devaluaciones, ni préstamos, ni nada… simplemente, el pago por uso.

No tendremos ni que aparcar, pues llegaremos a nuestro destino, nos bajaremos del coche y él irá al lugar programado, ya sea aparcamiento, a por otro ‘cliente’, etc. Y mientras dura el viaje, podremos hacer lo que nos venga en gana y se permita en el habitáculo, pues no tendremos que conducir. El coche lo hará por nosotros.

El futuro es fascinante, pero a la vez impredecible. Si cualquiera puede subirse a un auto y obtener movilidad sin conducir, ¿qué será del transporte público como lo conocemos hoy? ¿A quién le apetecerá subirse en un transporte de masas, cuando puede hacerlo con un medio individualizado?

Tenemos los casos de Car2Go y Emov en Madrid, cuyo éxito está haciendo que otras empresas ya estén desplegando sus estrategias de negocio, como es el caso de Renault y Ferrovial. ¡Las propias marcas de coches haciendo carsharing! En Canarias, el Grupo Domingo Alonso también ha empezado ya a `trastear` con este concepto.

Hay que imaginar también que el vehículo eléctrico y autónomo apenas tiene averías y, predeciblemente, un índice de accidentabilidad mucho menor que el existente en la actualidad. ¿Qué será de las empresas de reparación? La mayoría de las operaciones se limitará al desecho y adquisición de un modelo nuevo, como nuestro televisor de 50”. ¿Alguien piensa hoy en día en reparar su antiguo TV de 10 años?

Y todo ello hará que incluso la comunicación, en cualquiera de sus vertientes, también cambie. Habrá que vender ‘servicios’ y no otros aspectos hoy en día tan atractivos como “el placer de conducir”, “el bajo consumo”, etc… Los soportes cambiarán y serán en gran parte globales, con todo lo que ello supone.

Cada día más, cualquier persona con acceso a internet (el 50% de la población a día de hoy pero creciendo a pasos agigantados) es un comunicador en potencia, con un alcance infinito. Las redes sociales hoy, y quién sabe qué mañana, son el canal por el que cualquiera consigue llegar exactamente a quien está buscando precisamente esa información. Fascinante, ¿verdad?

Todo el sector se reinventará a medio y largo plazo, dejando de existir todo lo que hoy en día conocemos en apenas 25 o 30 años. Y en realidad, no solo el de la automoción, sino cualquier otro. Dice algún experto que la mayoría de trabajos de aquí a 15 años aún ni siquiera se han inventado. ¡Fascinante!

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