Un vehículo de combustión posee unos 25 elementos susceptibles de mantenimiento y que no se encuentran en uno eléctrico, como por ejemplo aceite, filtros de aceite, correa de distribución, bujías, inyectores, escapes, etc. En un vehículo 100% eléctrico, el mantenimiento queda reducido a neumáticos, discos y pastillas de freno y, el más importante de todos, la batería. Este último es un elemento bastante costoso y cuya sustitución supondría un coste incluso superior al cambio de un motor de combustión.

Es fácil imaginar que en los próximos años se reducirá sustancialmente el precio de las baterías, abaratando el paso por taller para cambiar la misma al fin de su ciclo de vida, estimado en 10 años.

Con estas cifras sobre la mesa objeto de un estudio de Solera (expertos en inteligencia del automóvil) es fácil entrever las dificultades que soportarán los talleres de automoción para mantener sus volúmenes actuales de facturación. Solera estima en un 56% la bajada de ingresos.

Y si la bajada en recambios es importante, en mano de obra es aún más grave. El número de horas trabajadas bajará hasta un 90%, pasando de un coste promedio de 3429 euros durante los primeros 10 años de vida de un vehículo de combustión, a los 489 euros de uno eléctrico.