Prueba del Jeep Wrangler Mountain 2.8 CRD Aut.: ganador del premio de la montaña.

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Prueba del Jeep Wrangler Mountain 2.8 CRD Aut.: ganador del premio de la montaña.

Ángel Alonso - Publicado el 18/12/12

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Ascender una montaña también puede ser una tarea difícil cuando se va en coche; en uno normal, incluso, por carretera de asfalto; en un todoterreno al uso, para disfrutar de ese paisaje por caminos forestales y rocosos, sólo reservado a este tipo de vehículos.

El Jeep Wrangler llega a encaramarse a lo más alto de estas aventuras por tradición y por modernidad; por tradición por ser la derivación moderna de los míticos Willis y CJ-7, graduados en el marco bélico de la II Guerra Mundial, donde la movilidad se supeditaba al monte y al barro; por modernidad, por la llegada a nuestro mercado de una versión especial denominada Mountain que, sin circunloquio alguno, hace su declaración de intenciones.

El Wrangler Mountain es una serie tan especial que en España no contará más que con 60 unidades, ni una más, y que se presenta en un marco genuino de originalidad, empezando por los dos colores: amarillo bulldozer y verde lima, combinados con las carrocerías de dos y cuatro puertas, ésta última llamada Unlimited.

La decoración externa se deja ver por el techo rígido Freedom Top en negro, unos pasos de rueda colosales en el mismo color, pero con el evidente sentido práctico de salvaguardar la integridad de la carrocería de rozaduras y saltos de piedras. El negro es también tono dominante en el estribo lateral, en un vinilo protector ubicado en el capó y en la tapa del depósito de carburante tipo Mopar.

La presencia externa impresiona por los colores elegidos, un tanto heterodoxos para tradicionales de la estética en la tonalidad, aunque rápidamente uno se familiariza con ellos. Impacta la parte delantera con el parachoques saliente y la parrilla, auténtica marca de la casa.

El ADN Jeep está también presente en el lateral con la forma de las puertas y la sensación de altura que se traduce en una complicada entrada en el vehículo para los aquejados de alguna dolencia reumática. Los logotipos con la denominación Mountain son perfectamente visibles a ambos lados del capó.

En la trasera manda esa rueda de repuesto que ha creado escuela y una tercera luz de freno central que no puede escapar a la vista como elemento decorativo.

En el interior se prolongan todas las sensaciones de aventura que encierra el coche. Para empezar, la posición en los asientos, muy elevada, con mucha vista hacia el horizonte, tras ese capó alto y rectilíneo que aporta sensación de defensa. Luego, sigue con una magnífica panorámica por la amplia superficie acristalada y lo bien que se ha jugado con los ángulos de visión.

La identidad Mountain no se desmarca, pues vuelve a aparecer bordada en las tapicerías de tejido negro y textura resistente como corresponde a un coche con exigencias por encima de lo normal. La separación entre filas de asientos es correcta, si bien queda algo corta la distancia entre la banqueta y el piso.

Mucho de clásico hay en la instrumentación, sobre todo en los relojes del cuentakilómetros, con la numeración un poco abigarrada, lo que hace algo complicada su lectura. El resto de la instrumentación está muy bien colocado y su acceso visual y manual se hace con suma sencillez.

Este coche, por su propia constitución y filosofía, está hecho para escalar. No circula mal por el asfalto, pero queda en entredicho por una aerodinámica penalizada en las formas externas del vehículo, muy cuadrado; por unas inercias que le hace pesado, además de un poco torpe de reacciones y algo lento en la velocidad de crucero. No obstante, tiene una rodadura reposada, bien apoyada en unos neumáticos impresionantes con las medidas 275/45 R 17 y muy estable, pese a su configuración, en la trazada de curvas, añadiendo que se ha hecho la prueba con la carrocería de dos puertas de una distancia entre ejes menor.

El Wrangler Mountain, en otra de sus exclusivas, no tendrá más opciones que el motor diesel 2.8 CRD de 200 CV y una transmisión automática de cinco relaciones. Respecto al primero, en carretera, queda bien, simplemente, en sus tareas de mover la masa importante de este todoterreno y en las respuestas de un propulsor que se maneja bien en regímenes bajos y toma giro con alguna que otra parsimonia. En cuanto a la segunda, es relativamente suave en las transiciones, pero peca de lentitud, aunque las relaciones pueden presumir de un buen escalonamiento.

Del consumo decir que su arquitectura transmite penalización a este factor. No se puede decir que es un coche sobrio. En prueba se "bebió" 12,5 litros cada cien kilómetros. Las emisiones también le ponen en el sobrecoste del pago del tramo más alto del Impuesto de Matriculación.

Poner a prueba este coche precisa la tierra y el barro, sin ahorrarle dificultades. Claro, que el coche va bien pertrechado para la aventura. Aparte de sus cotas exteriores en ángulo de entrada, de salida y ventral, bien adaptadas para sortear obstáculos, figura el sistema de tracción a las cuatro ruedas Command Trac, conectable manualmente, y el añadido de una reductora.

El Mountain dispone de un cárter de dos piezas; la inferior, en acero, para soportar mejor posibles impactos; la superior, en aluminio, con el objeto de ganar ligereza.

Otros elementos mecánicos para abordar obstáculos de enjundia son los ejes de alta resistencia, las placas de protección de acero estampado en la caja de transmisión y el depósito de combustible, y una suspensión debidamente adaptada en resistencia y recorridos.

La electrónica tiene su complicidad en este juego de equipamientos con un sistema ESP que incluye el ABS, el control de tracción, el de estabilidad, el de asistente a la frenada de emergencia y el de mitigación electrónica del balanceo. A ello se suma el sistema de retención en pendientes pronunciadas que precisan de bajas velocidades.

Este sistema ESP puede operar en el modo totalmente activado, parcialmente activado, que desconecta el control de tracción, y totalmente desactivado, que elimina la acción los controles de estabilidad y de balanceo.

De resultas de todo esto, al Wrangler Mountain poco se le pone por delante. Sortea con inusitada facilidad terreno rocosos, el vadeo de ríos de poca profundidad y zonas de bacheado que ponen a prueba con éxito la elasticidad de sus suspensiones.

El disfrute de la naturaleza puede llegar al pleno con el desmontaje del techo duro, el pliegue del parabrisas y la eliminación de las puertas, una configuración original que evoca la del mítico Willis vista en buen número de películas del género bélico. Otra originalidad: el coche puede lavarse por dentro, gracias a un sistema de drenajes interno que expulsa el agua.

Dentro de sus pocas opciones de modularidad, permite una fácil retirada de los asientos traseros para ganar un espacio de carga que en el modo de cinco plazas resulta, en esta versión de dos puertas, bastante exiguo.

La dirección se antoja levemente pesada y pendiente de un grado más óptimo de complicidad con los movimientos del volante. los frenos se revelan de tacto esponjoso, pero apuntan efectividad en la mordedura y en los tramos de parada.

Esta serie especial Mountain parte del nivel de equipamiento Sport, con un amplio paquete de equipamiento, hasta el punto que la única opción es el techo de lona.

El Jeep Wrangler es un todoterreno de personalidad muy definida y muy radical en sus funciones. Eso le concede una exclusividad añadida a la serie especial de este modelo. Por eso no es de extrañar que se hable de un coche de precio elevado. Pero en el espejo de la competencia más directa se mira todavía con ciertas ventajas. Eso sí, con pocos todoterrenos se podrá disfrutar de los atractivos de la montaña como con éste.

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