Situados en una cuarta posición relativamente cómoda, sin presión de adversarios tras ellos y restando menos de la mitad de la dura prueba en que se convirtió el “Isla”, Eduardo Domínguez y su copiloto Dailos González fueron tocados por la mano de Dios. Al poco de iniciarse el tramo de Los Loros en su tercera pasada, Eduardo se salía de carretera en una fuerte frenada en apoyo. Su Mitsubishi arrancó literalmente la valla que protegía un desfiladero de considerable profundidad aunque, afortunadamente, ésta no se deformó en exceso y quedó prácticamente intacta; se desprendió de sus soportes y permaneció bajo el coche hasta hacer detener el mismo a escasos centímetros de imposibilitar la caída del mismo por el barranco.
Las imágenes lo dicen todo, un espectacular documento gráfico que narra perfectamente la escena y al que pocas palabras pueden añadirse.
Ante tal “escenario”, la organización actuó rápidamente para evitar males mayores, como que el coche cayera por el precipicio, lo que agravaría exponencialmente el accidente. La rapidez de actuación, perfectamente coordinada con las medidas de seguridad existentes en el tramo, evitó que el EVO de Domínguez sufriera mayores daños.
Situaciones como ésta hacen pensar nuevamente en la importancia de las estrictas medidas de seguridad que se exigen a los vehículos de competición de hoy en día, pues nunca se sabe si deberán estar preparados para recibir impactos de consideración.
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