Lo primero que se nos pasó por la cabeza cuando nos demostraron los beneficios de un carburante como es el BP Ultimate sus propios desarrolladores en el centro europeo de Bochum –Alemania-, fue que quizás los datos de pruebas de consumo de larga duración pudieran estar en parte beneficiados por ello.
¿Ventaja o principio de uso? Me explico. ¿Utilizar carburantes óptimos es una ventaja o el emplear carburante de media o baja calidad es una desventaja? Me inclino por la primera teoría. Si nos compramos un automóvil de última generación (o motocicleta, que para el caso es nos sirve igual), cuyo desarrollo ha llevado millones de euros para su fabricante y decenas de años de investigación acumulativa, ¿por qué vamos a desaprovechar todo su potencial repostándole con carburantes de dudosa calidad?
BP Ultime como máximo exponente de carburantes óptimos, pero en cualquier caso todos los que podríamos considerar como “Premium”, aportan una serie de ventajas indiscutibles para la mecánica de nuestro vehículo. La mayoría de motores admiten ser utilizados con gasolina de 95 octanos o diesel “normal”, pero nadie desaconseja el uso de carburantes de mayor octanaje y mejor formulación. Tan solo hay una excepción (que nosotros conozcamos), como es el grupo Volkswagen (Audi, Volkswagen, Seat y Skoda, entre otros) que desaconseja el uso de biodiesel, en cualquier proporción. Lo hace aduciendo falta de conocimiento de sus efectos futuros, pero no porque haya constatado su efecto dañino.
Así razonado, ¿en qué medida podríamos haber beneficiado la prueba del Toyota Auris HSD? Es difícil de calcular, pero en cualquier caso y como máximo, un 5% sobre un carburante –gasolina en este caso- de peor calidad. Un 5% a lo largo de la vida útil de un vehículo es mucho dinero y, a efectos de la prueba de consumo del Toyota Auris HSD en ciudad, supondría pasar de 2,3 a 2,4 litros a los 100 kms. Es decir, que si empleáramos gasolina básica de 95 octanos podría aumentarse en consumo medio en torno a una décima en ciudad y entre 2 y 3 en autopista.
Si a las ventajas prestacionales y de consumo unimos las propias de conservación en óptimas condiciones de la mecánica, creo que hay argumentos sobrados para, como mínimo, pensarse dos veces si debemos rellenar el depósito de nuestros automóviles con carburantes de calidad Premium.
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