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El consumo elevado no aparece de forma repentina. Suele ser el resultado de varios factores acumulados: mantenimiento deficiente, componentes desgastados y una conducción poco eficiente. Detectar estas causas a tiempo permite recuperar el rendimiento del vehículo, reducir emisiones y ahorrar en costes, algo especialmente relevante en un entorno insular con trayectos cortos y frecuentes.
• Mantenimiento básico que influye en el consumo
El filtro de aire es uno de los elementos más descuidados, pese a su impacto directo. Cuando está sucio, el motor recibe menos oxígeno y necesita más combustible para mantener la potencia. Según AUTODOC, se debe inspeccionar la pieza para detectar la suciedad cada 5.000–8.000 kilómetros. En Canarias, donde la calima y el polvo son habituales, este intervalo puede acortarse.
Los neumáticos también juegan un papel clave. AUTODOC indica que “la presión adecuada varía según el modelo, el tamaño de las ruedas y la carga”, situándose normalmente entre 2,2–2,5 bares delante y 2,0–2,4 detrás. De acuerdo con el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), una reducción de solo 0,3 bares puede incrementar el consumo entre un 3 % y un 5 %, ya que aumenta la resistencia al rodaje.
En motores de gasolina, las bujías desgastadas provocan una combustión incompleta. Esto se traduce en pérdida de potencia, funcionamiento irregular y mayor gasto, sobre todo en vehículos con varios años de uso urbano.
• Elementos mecánicos que aumentan el gasto sin avisar
El sensor de oxígeno regula la mezcla de aire y combustible. Cuando falla, el sistema puede inyectar más combustible del necesario sin que se encienda ningún aviso en el cuadro. Este problema puede elevar el consumo hasta un 15 % de forma progresiva.
Los inyectores sucios o con depósitos de carbonilla impiden una correcta pulverización del combustible. Parte del carburante no se quema de manera eficiente y se desperdicia. En coches con más de 100.000 kilómetros, una limpieza profesional puede mejorar notablemente el consumo.
Otro factor habitual en vehículos manuales es el embrague patinando. Al no transmitir toda la potencia a las ruedas, el motor trabaja más para mover el coche, algo que se agrava en carreteras con pendientes frecuentes.
• Hábitos de conducción que penalizan la eficiencia
Los trayectos cortos son uno de los mayores enemigos del consumo. El motor necesita varios minutos para alcanzar su temperatura óptima; si los desplazamientos son inferiores a cinco kilómetros, el consumo aumenta de forma constante.
Llevar el coche cargado innecesariamente también influye. Cada 100 kilos adicionales pueden aumentar el consumo alrededor de 0,5 litros cada 100 km. Revisar el maletero y eliminar objetos innecesarios ayuda más de lo que parece.
La conducción agresiva, con aceleraciones bruscas y revoluciones altas, obliga al motor a trabajar en su rango menos eficiente. Una conducción suave y anticipada puede reducir el consumo hasta un 20 % en ciudad. El uso continuo del aire acondicionado, especialmente al máximo, también incrementa el gasto energético.
Qué revisar para recuperar la eficiencia
Una revisión completa debería incluir el estado del filtro de aire, la presión de los neumáticos, las bujías, el sistema de inyección y el sensor de oxígeno, además de comprobar que no existan fugas en el escape.
También es fundamental respetar los intervalos de cambio de aceite, ya que un lubricante degradado aumenta la fricción interna del motor.
Cuidar estos aspectos técnicos y ajustar los hábitos de conducción puede marcar una diferencia clara en el consumo mensual, especialmente en el uso urbano e insular, donde cada litro cuenta.
Fuentes consultadas:
AUTODOC, Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE)
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