Prueba del Renault Clio Sport Tourer 0.9 TCE: resistir es vencer.

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Prueba del Renault Clio Sport Tourer 0.9 TCE: resistir es vencer.

Angel Alonso - Publicado el 12/06/13

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La oportunidad está en el nicho que ofrece, pues actualmente en el mercado español un familiar del segmento urbano solo existe en el catálogo de dos marcas y algunas otras ha optado por retirar la oferta ante el empuje que empieza a surgir con las carrocerías tipo SUV, a las que la marca del rombo se ha apuntado también con el Captur.

El Renault Clio no ha querido renunciar, pues, a un tipo de modelo que, aunque no aspira a registros de venta de liderazgo, sí tiene atractivos, muchos de los cuales aparecen en la nueva generación de este Sport Tourer.

Uno de esos atractivos está en lo bien que ha seguido esta carrocería familiar los cánones de diseño imprimidos en la cuarta generación del Clio Berlina, hasta el punto que medio coche, de adelante al centro, es idéntico, y el otro medio, totalmente novedoso.

Así, pues, repetir que en el frontal del Clio Sport Tourer se deja ver un capó largo, levemente inclinado, la parrilla estrecha y longitudinal con el logotipo marcando presencia, los faros en forma de lágrima y, por debajo, la toma de aire con los faros antiniebla en sus extremos.

De la silueta lateral se recoge una poderosa subida de la línea de cintura desde el pilar central que habilitan dos juegos de ventanillas estrechos, a los que come superficie la visible bajada de la línea del techo.

Por detrás, el portón se alisa bastante en su superficie, un discreto alerón confiere un sutil toque deportivo y los pilotos tienen una profunda penetración en el lateral, al tiempo que toman la zona del portón.

Conservando la misma distancia entre ejes que la berlina, la cota exterior modificada y más llamativa es la del voladizo posterior, que crece casi 20 centímetros, y es la justificación sobre la que se sustenta la carga que puede absorber este modelo.

Renault ha cuidado en el Clio Sport Tourer muchos detalles de monovolumen adaptado a este segmento urbano, como una forma de compensar la desaparición del Grand Modus y dejar limitada las opciones a las carrocerías berlina, familiar y SUV (Captur).

De este modo, el maletero toma una capacidad ciertamente interesante de 443 litros, pero que abatida la segunda fila de asientos puede ampliar el área de carga hasta 1.380 litros.

No queda ahí el juego numérico de las posibilidades de este maletero, pues, por ejemplo, el umbral de carga queda a 60 centímetros del suelo, algo que hace más fácil poder depositar objetos pesados. Sorprendentes también las dimensiones de anchura (88 cms) y de altura (68 cms) de la boca de carga. Y por si no fuera suficiente, en el asiento delantero del acompañante se puede abatir el respaldo y dejar espacio para objetos de hasta casi 2,5 metros de longitud.

El maletero, aparte del piso bajo que le concede el umbral de carga, ofrece una superficie plana, e incluso, debajo de ese piso, añade 85 litros extras. Como también hay sumandos para la carga en el interior con bastantes huecos portaobjetos, entre ellos, una muy capaz guantera.

La vida a bordo tiene el añadido de una superficie extra en altura de 1,5 centímetros en las plazas traseras, pero, por lo demás, no se desmarca de las sensaciones vividas en la berlina, donde sí, hay comodidad aceptable en las plazas delanteras, con buena panorámica y sujeción a los asientos. En las traseras, sigue estando un poco justa la separación entre filas de asientos y da con bastante dificultades espacio para ubicar tres personas. No puede pasar por alto el "feeling" que transmite la calidad y terminación de elementos y acabados.

El Sport Tourer confirma el buen manejo que se ha hecho con la colocación de los instrumentos de coche, siempre a mano y rápidos para hacerse con ellos con la mera intuición sin distracciones indeseadas.

La panorámica por delante y en el lateral más próximo es casi perfecta, pero en el lateral trasero y en la zaga la escasa superficie acristalada resta visibilidad.

El Clio Sport Tourer asume las motorizaciones de la berlina y entre ellas, la principal novedad del propulsor de gasolina tricilíndrico de 0.9 litros y 90 CV de potencia.

Hay en este motor un mérito indiscutible con su baja sonoridad, aunque en el habitáculo suban algo los decibelios. En cuanto a comportamiento hay facetas muy interesantes como la alegría que expresa en las recuperación siempre a partir de las 2.000 revoluciones, porque, por debajo, retarda algo la acción.

El coche ha circulado, casi siempre en la prueba, con un bajo nivel de carga, tirando a media, y se ha mostrado algo remiso en las tomas de velocidad punta. No es un coche al que se le puedan altas velocidades de crucero. Se comporta bien en el máximo legal, pero transmite una leve sensación de insuficiencia.

Otro tanto ocurre con la caja manual de cinco velocidades de desarrollos muy largos, que obliga a reducir y mover palanca con más frecuencia de la deseada para mantenerlo desahogado.

Un punto muy interesante de este motor es el consumo. En prueba ha dado un registro de menos de 7 litros a los cien kilómetros, pero con el matiz de lo próximos que están los niveles de gasto en ciudad y en carretera. El recorrido se ha repartido equitativamente por los dos ámbitos.

Esta optimización del consumo se apoya den el sistema de parada y arranque automáticos (Stop & Start), un sistema de recarga de la batería en las fases de frenado y desaceleración y en unas rejillas dinámicas, capaces de ajustar el flujo de aire a las necesidades de refrigeración del motor. Súmese un programa de conducción ECO, conectable, para rendir mejores datos del gasto de carburante.

Punto de excelencia también en este coche, con unos 50 kilogramos de sobrepeso respecto a la berlina, está en su buen rendimiento dinámico, con suspensiones adecuadamente ajustadas en recorrido y dureza para que la pisada esté en todo momento presidida por una gran estabilidad y los apoyos proporcionados a las exigencias de las trazadas. Apúntese en su haber la excelencia de la estructura y del chasis.

La dirección trasluce blandura y exceso de asistencia y los frenos no son del todo eficaces por la ubicación de tambores en el tren trasero.

Renault es una de las marcas que ha jugado con la tecnología punta como mecanismo de atracción de mercado. Y en este Clio no faltan herramientas en este campo que ayudan sobremanera en la conducción. Una pantalla táctil de siete pulgadas conforma las posibilidades del sistema R-Link, con medio centenar de aplicaciones.

El menú presenta los iconos de navegación, multimedia, telefonía de manos libres, estado del vehículo, servicios y aplicaciones del sistema.

A destacar la función Driving eco2, con información abundante y puntual sobre distintos parámetros del consumo para llevar a efecto una conducción eficiente.

En el apartado económico puro, el marcado por el desembolso de compra, se coloca bastante bien en cuanto a nominal, pero queda bastante por debajo en equipamiento, donde buena parte queda sujeto a la adquisición de paquetes. Si, a modo de consuelo, se quieren buscar ventajas en intangibles como el servicio que presta el coche, desde luego se pueden encontrar.

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